viernes, 10 de marzo de 2017

¿El Clásico será un clásico?

Despaigne despertó a la madrugada cubana. / Foto: Ricardo López Hevia
Al IV Clásico Mundial le hacen falta muchos más juegos como el de Cuba y Australia, para que se convierta en un clásico de la pelota, como lo es Casablanca para el cine o Let It Be en la música. Fue una de esas madrugadas en las cuales el desvelo aparta pestañazos o bostezos.

Ya esa noche se había visto sobre el Marlins Park a una novena dominicana que es sinónimo de perfección, una maquinaria trituradora de equipos. Por cuarta oportunidad consecutiva, la Isla se coloca entre los ocho mejores elencos del mundo, es decir, en todas nuestras participaciones hemos estado en la segunda ronda, algo sobre lo que República Dominicana, Venezuela o Corea del Sur no pueden presumir, por ejemplo.

Qué se dejó batear demasiado a Carlos Benítez, incluso con las bases llenas en la parte final del cuarto, cuando Saupold flaqueaba, es cierto, pero eso es parte de lo rico de este deporte, cuyas variantes siempre convierten hasta a los espectadores en estrategas. Habrá que trabajar fuerte en el control de nuestros lanzadores, quienes contra “samuráis” y “canguros” otorgaron ocho y seis boletos, respectivamente, y esto complica mucho las entradas.

Despaigne se reivindicó y produjo un grand slam que me recordó aquel batazo decisivo contra EE.UU., en un Mundial Universitario. Ya este cuadrangular pasará a la rica antología de nuestros jonroneros: Marquetti, Medina, Gourriel, Kindelán, Linares… Toda la incredulidad se fue a bolina cuando la pelota rebasó la cerca del jardín izquierdo del Tokyo Dome. Sí, porque el “gordo” granmense se debía otro “palo”, pues en los últimos tiempos no la había dado a la hora buena.

A Israel lo veremos mañana desde las 10:00 pm, luego iremos por la revancha ante Japón y cerraremos contra la “Naranja Mecánica” del béisbol, la incómoda Holanda, cuajada de peloteros de ultramar. Pasó el primer sobresalto y ahora jugaremos para irnos a Los Ángeles, hasta donde los pronósticos llevaban a la mismísima Sudcorea. Israelíes o estadounidenses de ascendencia hebrea se desempeñan con maestría, y a los japoneses los conocemos de toda la vida. ¡Play ball entonces! / Por Nelson Alejandro Rodríguez Roque

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