sábado, 25 de diciembre de 2010

Walter Martínez: El Tripulante / Nelson Alejandro Rodríguez Roque

Uno de los más de 6 mil millones de tripulantes de “Nuestra querida, contaminada y única nave espacial” hizo escala en Holguín. Sabía que periodistas, estudiantes y trabajadores de la sede provincial de la UPEC querían “extraerle” jugo intelectual.
“Aterrizó” con la misma pericia del piloto formado en la Fuerza Aérea Uruguaya, de la cual pidió la baja honorífica. Comprendió que “El Cóndor” (la Operación) salía del cascarón y alzaba vuelo hacia la muerte. “Sacó la guitarra” y de sus cuerdas salieron lecciones políticas imborrables, como aquellas tomadas del cura Mola en un colegio salesiano.
El auditorio guardó silencio, asombrado de ver al corresponsal de guerra que interrogó a la Madre Teresa de Calcuta, al temible Abu Nidal (una especie de Bin Laden) en los callejones de Bagdad e inquirió en Castellano al dictador Anastasio Somoza Debayle, pues el “hijo de papá”, “horneado” en West Point, adoraba hablar “americano”.
Atravesó la sala de la Casa de Aricochea, entre Mártires y Máximo Gómez, junto a Alida Sanoja, su esposa, “morocha” que agradece el haber recibido atención médica en la Isla. Vestían sobriamente, con predominio del negro, quizás por las bajas temperaturas de diciembre.
Llevaba botines, un reloj y una manilla con las insignias de aviador. Sus peculiaridades como conductor del programa televisivo Dossier y ganador de varios premios periodísticos le agencian popularidad internacional. “Las damas preguntan primero, siempre son más audaces”, sugirió al comenzar el encuentro.
Walter Nelson Martínez Martínez, cronista uruguayo-venezolano, había salido de la pantalla y estaba ante nosotros, maniobrando entre las nubes de la memoria, hablándonos de neuronas como campo de batalla, desmontando las mentiras del Imperio y los medios de comunicación de derecha. “Eso de profesor me queda inmenso”, aclaró cuando la presentación terminaba y los aplausos rompían el protocolo.
Al almirante inglés Horace Nelson, vencedor de Trafalgar y héroe de las Guerras Napoleónicas, le debe el segundo nombre. “Nací en Montevideo, muy cerca del mar. En esa época la influencia británica era notable”, aseguró mientras degustaba una taza de café y lo demandaban para tomarse fotos. Describió con exactitud un cuadro que apreció de niño: “El Precursor”, Francisco de Miranda, preso en La Carrara, Cádiz, España; ahí empezó el vínculo con Venezuela, territorio donde se estableció en diciembre de 1969.
Desplegó el mapa planetario y analizó los “acontecimientos en pleno desarrollo”: “El presidente Juan Manuel Santos ‘dirige’ un país ocupado, donde además de siete bases militares, no se puede enjuiciar a soldados estadounidenses. Ese es el Plan Colombia, el que hace intocables a los yanquis. La idea se gestó para controlar a Venezuela. Le aplaudo el cambio, pero hasta ahora no le creo el Padre Nuestro; que lo demuestre”.
Perteneció a la generación de Cristianos de Izquierda en Uruguay, donde según su criterio es inviable la estrategia de guerrillas, pues “parece un campo de golf comparado con la Sierra Maestra”. Y añadió: “Lo fundamental es llegar al poder para lograr cambios. ‘Unidad sin exclusiones, donde caben diferentes matices’, decíamos. De ahí el Frente Amplio, que va por el segundo gobierno.
“Al ‘Pepe’ (José Mujica) lo he entrevistado par de veces. Su personalidad rompe esquemas, conserva la sabiduría y es un hombre de campo. Maneja un país, tras haber estado siete u ocho años maniatado en un pozo para que se volviera loco y claudicara”.
“Vivir como se piensa, para no terminar pensando como se vive”, aconsejó a los alumnos de la carrera de Periodismo. Para él la Revolución de 1959 siempre fue referencia, porque viajó hasta el balneario de Punta del Este, a principios de agosto de 1961, con el objetivo de apoyar al Che en la Conferencia del Consejo Interamericano Económico Social. Caminó kilómetros, como parte de una comitiva progresista que despidió a la representación cubana de tierra “charrúa”, cuando trataron de reducirnos diplomáticamente, y “cazaba” las señales que reproducían los discursos del Comandante en Jefe en actos por el 26 de Julio en la Mayor de las Antillas.
Explicó cómo las noticias viajaron en buques de vela y caballos desde las Trece Colonias a Londres y narró las peripecias de la primera corresponsalía bélica de la Historia en el conflicto de Crimea, entre 1853 y 1856. Su pasión por la radio lo convirtió en un noctámbulo seguidor de las transmisiones de la BBC, a través de onda corta, en plena etapa de bombardeos diurnos y nocturnos de la Luftwaffe – aviación nazi – sobre las ciudades de Inglaterra, en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. También puso el ejemplo del presentador de noticias Walter Cronkite, quien difundió las imágenes de la intervención “gringa” en Vietnam y provocó un cambio de mentalidad en la clase media de EE.UU., cuyo reclamo de paz, unido a las victorias vietnamitas, tuvo gran efecto en la retirada invasora.
“Fidel demostró que los sueños eran posibles y se podían convertir en realidades. Nos paseó por el orgullo de la Patria Grande. Cada vez que lo veo lo veo mejor, y créanme que no miento ni para quedar bien. Está muy informado, tiene una lucidez apabullante. Mi generación lo veía inalcanzable, era algo que pasaba en órbita y había que esperar por su regreso, si tenías suerte lo veías a la hora de la puesta del Sol, y ahora me hace el honor de ser un interlocutor válido”, subrayó.
Cuando la televisora continental Telesur le pidió Dossier (se difunde también por la estatal Venezolana de Televisión) para su “parrilla”, Walter Martínez exigió que se mostrara en Cuba. “Fue la prueba de fuego. Este es un pueblo preparado políticamente, de mucha cultura”, manifestó momentos antes de recibir el Micrófono de la Dignidad, distinción que entrega la emisora provincial Radio Angulo. “Assange (Julian) dio en el nervio”, valoró refiriéndose a “las goteras” de WikiLeaks.
Irak, Irán, Sahara Occidental: “El desierto es duro”, dijo frente al parque Calixto García. Lo identificaron unos niños y un holguinero le estrechó la mano. Alida confesó: “Eres dichoso, él no es muy dado a las entrevistas”.
Edgar, fotorreportero de ¡ahora!, prometió enviarle la instantánea de la punta (tubo upitor) del cohete soviético que derribó el U-2 espía en la Crisis de Octubre. Se perdió en la multitud del bulevar. Parecía que recorría Caracas: aquí tampoco estuvo de incógnito.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Un Poco de Muchachos / Nelson Alejandro Rodríguez Roque

Fuimos Elpidio o Matojo. Burlábamos a “los panchos”. No “le hacíamos caso a esa vieja”. Para embutirnos había que pedirle permiso a Banner, Flappy, David el Gnomo, Los Papaloteros, Mofli, el Conde Pátula… y cuanto “muñe” japonés o de Europa Oriental se “atravesaba”.
El Desafío de los Gobots. Muy pocos nos unimos a Pocholo y su Pandilla; muchos a los Hermanos Iznaga. Gritamos: “¡Lorencitooo!”, hasta el cansancio o hasta el estás castiga’o. Algunos se hicieron los Super Marios. Hubo quien le puso Tornado a su bicicleta y era tan ninja como las Tortugas. Despistábamos a Gárgamel. Para variar despertábamos Día y Noche. ¿Cómo Robin Hood pasó de castaño a rubio?
Fue la época de la Bella, la Bestia, los Aladinos, las Sirenitas. De los Ataris que mutaron en Gameboys, Nintendos, Play Station y otros. De la incertidumbre cuando se hundía Artax, el caballo de Atreyu. Decíamos: “¡Cógelo Rintin!”. Uníamos poderes para salvar el planeta. Le pedíamos prestado el anillo a “La Mole”. “Empatábamos” al Zorro con Victoria. Repasábamos bajo protesta.
Un buen día 31 apareció Ulises, venía de un mundo errante. ¿Y Penélope le creyó el cuento? Las brujas “sin sentimientos” volaban en escobas. Había una vez. Teníamos Deuda Eterna. “Decodificábamos” Shiralad, aunque jamás entendimos el final. Jana, Tarzán, King Kong, cuánta gente vivía en la selva.
Laptops, celulares, inalámbricos, los muchísimos extraíbles y otros artefactos estaban a años luz, cómo de aquí a la Vía Láctea. Wikileaks debió sonar a mala palabra e intriga marciana, daba material para un Pasaje a lo Desconocido. A todo le pronosticábamos segundas partes, así de Voltus V saltamos a Yaltus. Se usaban las espadas láser (o en su defecto de palo), los kimonos de sacos de harina y las guayaberas. Danzábamos lambada (juro que lo intenté), ritmo “equivalente” al tectonic o el reguetón.
Y no convencía aquello de que los ogros eran de mentira. Que conste, Shrek fue después. Pasó el tiempo y dejé de llamarles mosqueperros a los espadachines de Alejandro Dumas. Aclaré lo de D’Artacan (costó). Me quitaron la idea de hacerme una máscara de hierro e irme a las Cruzadas. Desistí de las espinacas, los viajes al cosmos y descubrí que los cañones de cuero fueron reales.
Pobre de vampiros y hombres lobos que atacaran, contra ellos teníamos balas de plata, estacas, ajos, agua bendita, crucifijos…En la playa estaban Flipper, Orca, La Ballena Asesina, y Tiburón; ni en Willy confiábamos. Luego cocodrilos, arañas, mosquitos, pirañas, gorilas, leones…y un parque temático con el Tiranosaurio y sus amigotes, los Velociraptores. El Soldadito de Plomo y nosotros también. Atrapábamos “Fragols”. Éramos niños Goros.
Yosvani, Villaya, Bienve’, Juanelo, Willy, “resucité” a Los Pequeños Campeones. Listos para jugar, listos para ganarle a cualquiera…quién no recuerda esas aventuras sobre nuestro pasatiempo patrio. Conocí a Jorge Rafael Batista Hagge y sus tres años y medio de edad me “teletransportaron” a los ‘80, quizás un poco más. Lo supe por las coincidencias entre su afición y la mía “recién nacido”.
Padres, abuelos y vecinos en el reparto La Aduana disfrutan de deslizamientos, swines y wind-ups. Rafelito le da más importancia al guante y el bate que a las canciones infantiles. Ernestico y “Pimpo” son sus compañeros de alineación. Imita a Yulieski Gourriel y es derecho como Bell, su pelotero favorito. Ese ambiente beisbolero, esa pequeña Serie Nacional, “retoña” con cada generación de cubanos.
El Rafelito de principios de la Revolución mostraba el 17 en la espalda – como Manuel Alarcón –, el de los ’70 quería ser “Cheíto” Rodríguez o Muñoz y este servidor (y ustedes) fuimos, aparte de Elpidio y Matojo, Pacheco, Kindelán o Linares.
Hay razones para confirmar que seguiremos pareciéndonos a las épocas; sin desestimar la genética: consistente en preguntarle a mi papá muchas veces por los fildeos de Laffita, el hit de línea del “Curro” Pérez y el accidente de “Changa” Mederos. Los intereses varían según cartas de Yu-Gi-Oh, Lady Gaga, Harry Potter, Quinces, pruebas de ingreso, graduaciones “e incluso etcétera”.
A nadie se le ocurriría ser Peter Pan sin Wendy y viceversa. Comedidos, sensatos, responsables. Cuando chiquito, me imaginaba Cuando Yo Sea Grande. Todos tenemos un poco de muchachos.