jueves, 8 de septiembre de 2011

Ni papagayo ni periquito, pelota / Nelson Alejandro Rodríguez Roque


Como dice la afición de las novelas, “de pelota siempre hay algo”: en agosto, el Campeonato Mundial de Béisbol (categoría 15-16 años), en México, deparó otro subtítulo, tras caer nuestra escuadra ante EE.UU. Quien mejor para contar pormenores de ese sinsabor y otros temas que Manuel Cabrera García, preparador integral del elenco cubano y exdirector de Holguín en Series Nacionales (dirigió en la temporada 46).

Por él supimos que muchos chicos se desempeñaron por primera vez de noche, demostraron versatilidad y observaron a una adolescente indonesa dueña y señora del box. Esas singularidades, más la utilización de la discutida regla Schiller y el “desaparecido” bate de aluminio, fueron convenientes para la formación de los participantes.

“Fue un campeonato de nivel, los asiáticos volvieron a lucirse, son muy técnicos. México y Venezuela también contaban con lo suyo. Impresionante el seleccionado estadounidense, no habíamos visto trabajar al abridor (Keegan Thompson), sus lanzamientos oscilaron entre 85 y 91 millas durante nueve entradas; además la estatura y el físico de los integrantes de ese colectivo, quienes tiraban con fortaleza, bateaban conexiones sólidas y eran ágiles entre bases, un poco torpes a la hora de fildear, mas eso es producto de la inexperiencia y sus tallas”, comenta Cabrera, quien estuvo a cargo de la preparación física y táctica del plantel tricolor y compartió en el cuerpo técnico con el jonronero matancero Lázaro Junco, coach de primera base.

Casi tres décadas acumula este holguinero en las faenas del béisbol, de ellas 18 años en la EIDE Pedro Díaz Coello. Participó con otra novena cubana en 2005 en un evento internacional (13-14) desarrollado en Venezuela, donde colaboró luego. Desde 2007 ha estado ligado a la confección de los planes de entrenamiento de los equipos criollos de Cadetes.

Es un conocedor de las interioridades de la “cantera”: “Los cambios biológicos y el temperamento son muy volubles en estas edades, es muy difícil mantener la forma física, la cual planificamos para 45 días. Hubo atletas golpeados por la presión del torneo, sin embargo supieron reaccionar. Trabajamos fundamentalmente en la defensa y el corrido de las almohadillas; sabíamos que la ofensiva sería nuestra principal arma (promediaron 322 de average). Poseíamos un staff sin una gran velocidad en sus envíos, aunque sí de buen control.

“Hay dos momentos de rigor en la formación beisbolera, al saltar del 11-12 años al 13-14 y de juveniles a primera categoría. El holguinero, como cualquier cubano, posee habilidades, mas todo el mundo no se adapta. Cuando aquí o en otros territorios orientales se juegan 30 partidos, en Occidente disputan 60. Ellos no paran, su entrenamiento es en el juego, erradican las dificultades allí.

“Tenemos que promover deportistas con calidad, hablamos de cambios bruscos, pero hay generaciones nuestras que se han acostumbrado en poco tiempo. A las primeras figuras hay que situarles novatos que puedan reemplazarlas a corto o largo plazo y les hagan competencia. Viene una gran hornada de monticulistas en Holguín, estuve hace unos días por el ‘Calixto García’ y me dio orgullo ver a Rafael Castillo entrenándolos, en función del rescate de esa área, tradicionalmente sólida aquí”.

“Debemos preparar un pitcheo que dañe a los norteamericanos, los cuales reservan un lanzador para Cuba y nos estudian mucho. Pudiéramos utilizar su misma estrategia y derrotarlos. Ahora el Campeonato Nacional de Cadetes, paralelo al Juvenil, con 36 juegos en la etapa clasificatoria (antes eran 14) y otros más si accedes a la final, es idóneo, acorde a las condiciones económicas del país”, explica, imbuido en los trajines escolares de su hijo Manuel y mirando las señas que desde “tercera” le hace su esposa Marielis, pero de pelota siempre hay algo.

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