"Willy" Miranda le entrega una bandera cubana a Phil Rizzuto. |
Rechazar una época deportiva, de acuerdo con su trasfondo político-social, es incorrecto. Me explico, hay fanáticos muy almendaristas, que solo perciben calidad en todo aquello que destile Liga Profesional de Béisbol Cubano o baseball (mucho Inglés norteamericano se pronunciaba) anterior a 1959. Para ellos, Orestes Miñoso es incomparable, “Willy” Miranda era mejor que Germán Mesa y ni Kindelán conectaba los jonrones de “Rocky” Nelson. La Belle Époque para algunos, en ella discriminaron a Jackie Robinson en la Isla y los aficionados del interior del país veían poco en sus territorios a las estrellas, mas también se jugaba en otras regiones y los Mundiales Aficionados tuvieron predominio de Cuba.
Es errónea la tendencia a solamente mencionar las glorias del período revolucionario; aunque es obligatorio reconocer que en esa etapa la infraestructura beisbolera cubrió todo el archipiélago, empezó a verse a nuestro pasatiempo desde los “placeres” y los peloteros dieron tres títulos olímpicos e igual cifra de participaciones decorosas en Clásicos Mundiales, entre otras muchas emociones. Inclusive, surgieron las Series Nacionales (1962), espectáculos amateur que llenaron vacíos, tras desaparecer el circuito rentado, y los ídolos se llamaron Manuel Alarcón, Pedro Chávez, Miguel Cuevas... luego Rey Vicente Anglada, Víctor Mesa, Antonio Pacheco u Omar Linares. A la pelota revolucionaria le ha tocado estrenar la nueva política de pago y seguro proyecta contratos en el exterior, sin convertir al atleta en mercancía, basados en la representación del INDER y la Federación.
La tercera preferencia —respaldada por los menos—, dedicada a menospreciar los Juegos de las Estrellas (como el de la Isla de la Juventud) y a los deportistas que permanecen aquí, habla de crisis —Cuba todavía está bien posicionada en el ranking IBAF—, manifiesta euforia cuando alguien decide probarse en ligas foráneas, critica los trajes de los mentores en la ceremonia de selección de refuerzos, a las mascotas de los conjuntos y la pintura del parque “Changa” Mederos. En resumen, casi celebra cuando se cae ante Holanda, ríe al perderse un oro, no importa que hayan superado a 14 equipos, y les da “perreta” si Cepeda renuncia a la “millonada”. Acumula odio e insulta a los dirigentes del deporte de las bolas y los strikes, aun cuando estos tomen decisiones acertadas (imagínense al equivocarse).
Béisbol de Siempre, espacio televisivo de los sábados, no disecciona la pasión pretérita menos y más reciente: la retransmisión del partido mundialista donde Lázaro Vargas decide frente a EE.UU., con batazo al rightfield, y el descubrimiento para mi generación de una película de Roberto Ortiz, luminaria “traspapelada”. Llegó un momento en que parecía que Conrado Marrero, El Guajiro de Laberinto, era la única figura destacada de la llamada pelota esclava y no fue hace mucho que se divulgaron en voz alta las siete Series del Caribe ganadas por Habana, Almendares, Cienfuegos y Marianao, el triunfo de los Cubans Sugar Kings en la Pequeña Serie Mundial (categoría triple A) de 1959 o nos presentaron a Esteban Bellán, primer cubano y latinoamericano grandeliguista. Ahora sorprende escuchar preguntas de participación, en Radio Rebelde, mencionando a Adolfo Luque, campeón de las Series Mundiales en 1919 y 1933.
Si a alguien – me refiero a niños y jóvenes – se le habla siempre de manera negativa sobre algún acontecimiento, le hará rechazo y cuando menos, terminará ignorándolo. Deshilar la pelota (restarle Historia), será como leer un libro y comprobar que faltan páginas, y por ende, la lectura tendrá corta objetividad. En el caso de la esférica, botará “fofa”. Tendremos que buscar consenso y hablar de orígenes, controversias, verdades y rescatar anécdotas y pasajes desarrollados en todo tipo de contextos.
Soy enemigo de ponerles asterisco a nombres de peloteros residentes en otras naciones, los cuales aparecen en tablas estadísticas, guías y otros documentos, por suerte una práctica en extinción; o de negarles a las Grandes Ligas estadounidenses unas horas de Tele Rebelde los domingos, en la noche. Escuché a una especialista decir: “Es más fácil variar mentalidades, que cambiarlas”. Muy cierto.
Cuando se manifestó que los periodistas recomendaran a beisbolistas holguineros para unas gigantografías en el estadio Calixto García, no pude estar en la reunión; sin embargo, me hubiera gustado proponer a Guillermo Miranda, nacido en Velasco en 1926 y considerado “el mejor de todos los torpederos a la defensiva en los anales de las Grandes Ligas”. Porque “Willy” jugó pelota cubana, y esa es una sola. / Por Nelson Alejandro Rodríguez Roque
1 comentario:
Tengo el placer de leer tu post. Estaba buscando el tema relacionado que se discutió allí. Buen trabajo. Todo lo mejor.
liga mexicana de beisbol
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