Nunca pude ver a José Fernández en vivo, tampoco en un partido completo de manera diferida. Me tuve que conformar con observarlo lanzar en los highlights del “paquete”.
Si mal no recuerdo, los últimos que llegaron a mis manos tenían una colección de sus ponches (14 en total) contra Clayton Kershaw y sus Dodgers de Los Ángeles.
Solo tenía referencias como las de mi amigo Reynaldo Cruz, quien sí lo vio pitchear en el Marlins Park, donde también me contó dio sus batazos en las prácticas, al nivel del fenómeno japonés Ichiro Suzuki. Recuerdo haber estado en el Latinoamericano en una ocasión, cuando un muchacho, fanático hasta la médula, me habló sobre que había identificado a Fernández en La Habana en 2013 ó 2014, y este le había pedido discreción.
Ya sabía que el lanzador abandonó la Isla siendo un adolescente, por lo que no llegó a nuestras Series Nacionales y mucho menos al equipo Cuba. Hubo quien le pronosticó que sería el mejor serpentinero cubano de la Historia de las Grandes Ligas y es cierto que iba por ese camino.
Pero solamente pude ver sus rectas y sliders de forma esporádica, o uno que otro jonrón, porque es verdad que también se la botaba a cualquiera. En estos días me emocionó una foto que colocaron en Facebook con el niño José Fernández y sus compañeritos, en el beisbolito "Natilla" Jiménez de Santa Clara, en su Villa Clara natal, una tierra que da muchos peloteros.
Este domingo fue como cualquier domingo, de descanso y gestiones, excepto porque leí en Internet sobre una embarcación que se estrelló contra un rompeolas, y por ello perecieron tres personas, entre las que se encontraba el joven de 24 años, el que iba a ser padre pronto, el ídolo de la pelota miamense y de la cubana – porque para mí pertenece a los dos lugares.
Para los amantes del béisbol, José fue efímero en su aparición en los terrenos e inmortal desde el box, ya que se repuso a la cirugía Tommy John, la cual lo devolvió al deporte luego de 14 meses, y renació después de un infortunio con 16 triunfos esta temporada, el mismo número que llevaba en la espalda.
Alguien comentó en Cubadebate que sentía la pérdida, aunque pensara diferente a nosotros, los cubanos que vivimos en el Archipiélago. Por favor, Joseito no era ideólogo o politólogo, era y es también de Cuba, aun cuando Miami lo llore más que nadie. / Por Nelson Alejandro Rodríguez Roque
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