“En tres y uno, le tira, un batazo alto, largo, se va, se va, se va, se fue. Locura en el ‘Calixto García’, Ernesto Martínez mete la pelota en la gradería del rightfield. Pone delante a Holguín, 1-0”.
Veintiún ceros consecutivos le había colgado Ifreidi Coss a los Cachorros de Héctor Hernández, cuando su tocayo Rodríguez le ponía voz, estilo y narración a aquel cuadrangular, durante el séptimo juego del playoff final de la XLI Serie Nacional, el 28 de junio de 2002.
Casi en el otro extremo de la década, las emociones por haber recorrido las bases en la parte baja del cuarto capítulo y recibir el lanzamiento del out 27, están intactas en la casa del exreceptor holguinero y su esposa Georgina Martínez, padres del único pelotero de la provincia que pudo ponerse las Cuatro Letras en 2011, porque el mayaricero Freddy Portilla las tenía todas consigo, pero Cuba no concurrió al Torneo Panamericano Juvenil, en Colombia.
A Ernesto Wilson se le encuentra fácil en la ESBU Lidia Doce, de La Ciudad de los Parques. Dar con él resultó cuestión de preguntarles a sus compañeros de escuela, quienes saben que su asistencia al Primer Campeonato Mundial 11-12 años, auspiciado por la Federación Internacional de Béisbol (IBAF), en China Taipei, en julio pasado, fue debido a su probada aptitud sobre el terreno. El mes anterior, el Museo Provincial del Deporte tuvo en exposición la medalla de plata obtenida allá y la camisa que utilizó en los diamantes de la isla asiática.
Este adolescente apenas cursa el séptimo grado y mide 1,91 metros de estatura, formidables para sus escasos 12 años (cumplirá 13 el 20 de junio próximo). Le han cronometrado envíos de hasta 76 millas, velocidad llamativa para su categoría, y empuña el aluminio y tira a la zurda.
Da frecuentes batazos de largas dimensiones, custodia la primera almohadilla e incluso se defiende como patrullero central. Fue invitado a la preparación holguinera, con vistas a la actual temporada de mayores, y se ejercitó de acuerdo a sus requerimientos, sin apuros, bajo las pupilas de Luis Miguel Rodríguez, Oscar Gil y Rafael Castillo.
Cuatro días después del comienzo de la justa del mundo, el manager Jorge Leonardo Mazorra lo situó como abridor, frente a Ecuador, y propinó cinco ponches, permitió solamente un inatrapable y no soportó anotaciones en cuatro entradas (se jugaban seis o extrainning). Abandonó el box por una ampolla en la mano de lanzar, mas se apuntó la victoria, ¡28-1! Contra Venezuela casi sale a relevar, con el encuentro igualado a dos; pero se resintió y no volvió a jugar.
“Nos acogieron de maravilla. Todos los equipos llegaron bien alistados. El conjunto nuestro tenía gran calidad, similar a la de otros como Venezuela, Taipei, México y Japón. Teníamos individualidades destacadas en cada aspecto. Demostramos que se podía ganar. En el partido por el oro nos dieron una línea a los jardines, el right fielder se confundió con las luces, las cuales provocaron el error y nos hicieron dos carreras, cuando íbamos empatados, 1-1”, explica Ernestico, quien lamenta haber perdido el cetro, 3-2, con los taipeianos – en el pleito inaugural los habían derrotado –, muy fuertes en esas edades y cuyos representativos han ganado en 17 ocasiones la Serie Mundial de las Ligas Infantiles, competición organizada en EE.UU. desde 1947. Súmele a ello, la presión de 9 mil 235 aficionados taiwaneses presentes esa tarde en el Tien-Mou Stadium.
Sobre las atenciones de Ernesto y Georgina (capitana del plantel de voleibol femenino del territorio por alrededor de 15 años), argumenta: “Me ayudan con el entrenamiento o la forma de alimentarme. Están encima de mí, aconsejándome sobre los ejercicios específicos para fortalecerme. Mi papá me adiestra cuando los profesores se ausentan por cualquier causa. Diariamente, doy 50 batazos, pero con él doy un poco más. Hace énfasis en la defensa y me prueba en todas las posiciones. Ella apoya en la docencia, siempre va a la escuela a preguntar cómo voy. Los estudios tengo que combinarlos con el deporte, aunque llego cansado, saco tiempo para repasar”.
“Se siente mucha alegría en tu corazón, cuando contribuyes al honor de tu país. Me siento muy reconocido, porque, hasta en las calles, personas que no conozco me identifican. Hay lugares donde me llaman, saludan e incluso preguntan sobre mí”, comenta abrochándose los spikes, preparándose para otra sesión de aprendizaje en el “Feliú Leyva”.
Porque si en algo le insisten sus progenitores es que todos los días se empieza de nuevo y sus desafíos más inmediatos son el Zonal 13-14 años en Guantánamo, en abril, y matricular en la EIDE Pedro Díaz Coello, en septiembre del curso escolar 2012-2013. Para que se repita otro jonrón de locura en el “Calixto García”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario