Armando Sanz (bateador), primer niño en Los Cubanitos de Banes |
Ahí comenzó el vínculo de Tarragó con la Asociación de Béisbol Infantil Cubanitos, de la cual fue su coordinador en la antigua provincia de Oriente: “El 7 de junio de 1955, me dirijo a Reyes solicitándole información sobre el tema. Inmediatamente, recibo respuesta por correspondencia y me envía una cantidad grande de documentos, donde me explica cómo sería el asunto”.
Los muchachos, para poder jugar, tenían que ser buenos alumnos, poseer autorización de los padres y portarse bien en la comunidad. El deporte no era la prioridad –aclara Tarragó–, todo consistía en sacar a los pequeños de la calle y convertirlos en seres humanos con valores, útiles.
Muchos pensaron que el tema era nada más buscar futuros peloteros, porque la iniciativa partió de Bobby Maduro, dueño de los Cuban Sugar Kings (combinado de la Liga Internacional de Triple A, denominado los Reyes del Azúcar), o aprovechar el filón comercial, pues las empresas que no fueran de cigarros o bebidas alcohólicas patrocinaban a los representativos.
Una publicación de esa etapa, la revista deportiva mensual Campeón, arroja más luces al respecto: Objetivos de Los Cubanitos: A) Proteger, organizar y dirigir técnicamente a la niñez cubana en la práctica del béisbol; B) Combatir por este medio la delincuencia juvenil y el analfabetismo; C) Propiciar y mejorar las relaciones entre los ciudadanos. De acuerdo a Tarragó, existían inspectores que velaban en las comunidades por la disciplina, y “un reporte negativo por parte del profesor o profesora es suficiente para la suspensión provisional del niño como miembro activo del equipo”, según Campeón.
Los chicos tenían entre nueve y 13 años; de esta última edad podían jugar cinco, aunque se permitían en la nómina hasta siete, si eso se violaba, el equipo perdía por el Reglamento. También se incluía un certificado médico individual, que avalara la participación saludable del peloterito, y una constancia de la dirección del centro de estudio de cada uno, la cual confirmaba su matrícula en la escuela. Los padres se hacían responsables de toda la indumentaria entregada a sus hijos por Los Cubanitos.
“Empezamos a organizar una liga local con cuatro equipos. Abrimos una convocatoria en Banes, a través del periódico El Pueblo, para que los infantes se presentaran en la Sociedad Flor Crombet, en cuyo local se harían las incripciones. El primer niño registrado fue Armando Sanz, conocido como ‘Tajo’. Todas las noches de sumaban varios y, cuando existió una cantidad considerable con la inscripción de nacimiento (para evitar los llamados “forros”), fijamos una fecha de inicio de los entrenamientos en el barrio Amarillo, en el que se ubicaba el campo de béisbol, hoy cancha de fútbol Turcios Lima. Algunos pensaron que la tarea parecía imposible, por la cantidad de requisitos exigidos. En la Logia Caballeros de la Luz, se constituyó la Liga Local, con una estructura de un presidente, un vicepresidente, un secretario y un vicesecretario. Tuve mucho apoyo de mi hermano y Argelio Santiesteban”, recuerda Tarragó, quien conoció con 17 años la capital, cuando la visitó para recoger el equipamiento de la primera justa provincial.
En Banes, Los Cubanitos desarrollaron seis temporadas, entre 1956 y 1961. Al irse los Sugar Kings del país –nos arrebataron la franquicia en EE.UU. – y producirse la nacionalización de empresas, Los Cubanitos llegaron a su fin.
Antilla y Las Tunas fueron otros territorios involucrados en la región del este, toda vez que tuvieron elencos enrolados. El primer campeonato, solo efectuado en la zona banense, contó con tres planteles, Malta Hatuey, Pueblo Nuevo y U.S.Keds.
“Queríamos añadir en el ‘56 a muchachos de Macabí, pero no se logró constituir un cuarto plantel, pues los niños no eran suficientes. Malta Hatuey terminó coronándose y nos representó en el torneo nacional, donde se ubicó segundo”, acota el excoordinador.
Excepto a Pinar del Río, Los Cubanitos abarcó a todas las anteriores provincias del país. Hubo Liga hasta en Isla de Pinos. El máximo número de novenas orientales se concretó a partir de la incorporación de Antilla y Las Tunas, en 1957 y 1959, respectivamente, por lo que en 1960 y 1961 fueron 12 conjuntos. Nunca el monarca oriental ganó la Serie Nacional, aunque cuatro niños banenses integraron el Todos Estrellas en el ‘59.
De aquella generación todavía reside en Holguín uno de los peloteritos impresionado con las avenidas capitalinas, el Hotel Nacional y el Prado. Omar Palacios defendía el campocorto del U.S. Keds, novena campeona del este en el ‘57: “A mis 74 años, me es imposible olvidar la estancia en La Habana. Fuimos últimos, mas nos divertimos mucho, que fue la intención de los organizadores, propiciar el disfrute más que el aspecto competitivo. Éramos niños banenses de pocas posibilidades económicas, por eso estuvimos felices en cada actividad extradeportiva, como visitas al aeropuerto, a la playa y otros lugares recreativos. Allí enfrentamos a Rigoberto Betancourt, lanzador zurdo que después hizo época en las primeras Series Nacionales (propinó 548 ponches en 536 entradas). Siempre vi a Los Cubanitos como un movimiento honesto, que transmitía enseñanzas”.
Algo curioso fue que, en el ‘58, el equipo K.Listo Oriente, de Banes, auspiciado por la Compañía Cubana de Electricidad, queda empatado con su similar de La Habana y el título se decidió en un partido extra, ganado por los habaneros, gracias a la faena monticular de un tal Santiago “Changa” Mederos.
Todo el equipamiento empleado en el evento provenía de la marca Wilson, norteamericana. Lo más mínimo de un juego de pelota estaba reglamentado, incluso hasta cómo debía calentar el pítcher. Hubo interés en la Ciudad de los Parques de llevar la Liga a su terruño; sin embargo, esto no fructificó.
Los niños negros más pobres de Banes tenían derecho a inscribirse en Los Cubanitos, por lo tanto, no había discriminación racial o clasista. Ellos se mezclaban en el diamante con los hijos del administrador y del jefe de la Agricultura de la United Fruit Sugar Company. No se excluía a nadie por motivos religiosos, únicamente se requería disciplina, tanto en el terreno, como en la escuela y la comunidad, para que, en el futuro, cada chico fuera buen ciudadano.
Ningún personaje de la política banense estuvo ligado a Los Cubanitos. Fulgencio Batista quiso reunirse con los pequeños de ese municipio en 1956, durante la lid nacional, pero Clemente Inclán, rector de la Universidad de La Habana y presidente del Consejo Director de la Liga, expresó que ese encuentro tenía que ser con todos los chicos del resto de las provincias, y no se efectuó dicha reunión.
Los Cubanitos desaparecieron en 1961, al menos formalmente, aunque entonces el deporte revolucionario expandió la masividad de aquel proyecto –repleto de intenciones nobles–, con decisiones tan perdurables como los Juegos Nacionales Escolares (1963) y sus diferentes instancias desde la base.
Muchas de las buenas prácticas de dicho programa se extrapolaron a lo largo y ancho del país. Pero sería muy positivo remitirse a estas, porque son antecedentes valiosos de nuestro pasatiempo nacional en sus primeras categorías. / Por Nelson Alejandro Rodríguez Roque
Los muchachos, para poder jugar, tenían que ser buenos alumnos, poseer autorización de los padres y portarse bien en la comunidad. El deporte no era la prioridad –aclara Tarragó–, todo consistía en sacar a los pequeños de la calle y convertirlos en seres humanos con valores, útiles.
Muchos pensaron que el tema era nada más buscar futuros peloteros, porque la iniciativa partió de Bobby Maduro, dueño de los Cuban Sugar Kings (combinado de la Liga Internacional de Triple A, denominado los Reyes del Azúcar), o aprovechar el filón comercial, pues las empresas que no fueran de cigarros o bebidas alcohólicas patrocinaban a los representativos.
Una publicación de esa etapa, la revista deportiva mensual Campeón, arroja más luces al respecto: Objetivos de Los Cubanitos: A) Proteger, organizar y dirigir técnicamente a la niñez cubana en la práctica del béisbol; B) Combatir por este medio la delincuencia juvenil y el analfabetismo; C) Propiciar y mejorar las relaciones entre los ciudadanos. De acuerdo a Tarragó, existían inspectores que velaban en las comunidades por la disciplina, y “un reporte negativo por parte del profesor o profesora es suficiente para la suspensión provisional del niño como miembro activo del equipo”, según Campeón.
Los chicos tenían entre nueve y 13 años; de esta última edad podían jugar cinco, aunque se permitían en la nómina hasta siete, si eso se violaba, el equipo perdía por el Reglamento. También se incluía un certificado médico individual, que avalara la participación saludable del peloterito, y una constancia de la dirección del centro de estudio de cada uno, la cual confirmaba su matrícula en la escuela. Los padres se hacían responsables de toda la indumentaria entregada a sus hijos por Los Cubanitos.
Desfile inaugural de la Liga en la ciudad banense. |
En Banes, Los Cubanitos desarrollaron seis temporadas, entre 1956 y 1961. Al irse los Sugar Kings del país –nos arrebataron la franquicia en EE.UU. – y producirse la nacionalización de empresas, Los Cubanitos llegaron a su fin.
Antilla y Las Tunas fueron otros territorios involucrados en la región del este, toda vez que tuvieron elencos enrolados. El primer campeonato, solo efectuado en la zona banense, contó con tres planteles, Malta Hatuey, Pueblo Nuevo y U.S.Keds.
Abel Tarragó / Fotos: Fernando Almanza y cortesía de Abel Tarragó |
Excepto a Pinar del Río, Los Cubanitos abarcó a todas las anteriores provincias del país. Hubo Liga hasta en Isla de Pinos. El máximo número de novenas orientales se concretó a partir de la incorporación de Antilla y Las Tunas, en 1957 y 1959, respectivamente, por lo que en 1960 y 1961 fueron 12 conjuntos. Nunca el monarca oriental ganó la Serie Nacional, aunque cuatro niños banenses integraron el Todos Estrellas en el ‘59.
De aquella generación todavía reside en Holguín uno de los peloteritos impresionado con las avenidas capitalinas, el Hotel Nacional y el Prado. Omar Palacios defendía el campocorto del U.S. Keds, novena campeona del este en el ‘57: “A mis 74 años, me es imposible olvidar la estancia en La Habana. Fuimos últimos, mas nos divertimos mucho, que fue la intención de los organizadores, propiciar el disfrute más que el aspecto competitivo. Éramos niños banenses de pocas posibilidades económicas, por eso estuvimos felices en cada actividad extradeportiva, como visitas al aeropuerto, a la playa y otros lugares recreativos. Allí enfrentamos a Rigoberto Betancourt, lanzador zurdo que después hizo época en las primeras Series Nacionales (propinó 548 ponches en 536 entradas). Siempre vi a Los Cubanitos como un movimiento honesto, que transmitía enseñanzas”.
En Los Cubanitos no había discriminación racial o clasista. |
Algo curioso fue que, en el ‘58, el equipo K.Listo Oriente, de Banes, auspiciado por la Compañía Cubana de Electricidad, queda empatado con su similar de La Habana y el título se decidió en un partido extra, ganado por los habaneros, gracias a la faena monticular de un tal Santiago “Changa” Mederos.
Todo el equipamiento empleado en el evento provenía de la marca Wilson, norteamericana. Lo más mínimo de un juego de pelota estaba reglamentado, incluso hasta cómo debía calentar el pítcher. Hubo interés en la Ciudad de los Parques de llevar la Liga a su terruño; sin embargo, esto no fructificó.
Los niños negros más pobres de Banes tenían derecho a inscribirse en Los Cubanitos, por lo tanto, no había discriminación racial o clasista. Ellos se mezclaban en el diamante con los hijos del administrador y del jefe de la Agricultura de la United Fruit Sugar Company. No se excluía a nadie por motivos religiosos, únicamente se requería disciplina, tanto en el terreno, como en la escuela y la comunidad, para que, en el futuro, cada chico fuera buen ciudadano.
Ningún personaje de la política banense estuvo ligado a Los Cubanitos. Fulgencio Batista quiso reunirse con los pequeños de ese municipio en 1956, durante la lid nacional, pero Clemente Inclán, rector de la Universidad de La Habana y presidente del Consejo Director de la Liga, expresó que ese encuentro tenía que ser con todos los chicos del resto de las provincias, y no se efectuó dicha reunión.
Los Cubanitos desaparecieron en 1961, al menos formalmente, aunque entonces el deporte revolucionario expandió la masividad de aquel proyecto –repleto de intenciones nobles–, con decisiones tan perdurables como los Juegos Nacionales Escolares (1963) y sus diferentes instancias desde la base.
Muchas de las buenas prácticas de dicho programa se extrapolaron a lo largo y ancho del país. Pero sería muy positivo remitirse a estas, porque son antecedentes valiosos de nuestro pasatiempo nacional en sus primeras categorías. / Por Nelson Alejandro Rodríguez Roque
Infografías: Edilberto Carmona |
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