Un antes y un después del logo holguinero. / Foto: Carlos Rafael |
Lo que hizo universal a este accidente geográfico fue que el Papa Francisco bendijo a la ciudad de Holguín desde su cúspide, el 21 de septiembre de 2015. Pero resulta que la Loma de la Cruz fue eliminada del logotipo del equipo Holguín de béisbol, desde hace unas tres temporadas. Nadie avisó de la “innovación” en unos de los emblemas de mayor originalidad en la pelota cubana.
Ojalá no haya pesado su componente religioso, qué lo tiene orgullosamente, porque si no estaría cometiéndose un error gravísimo. Además, es un irrespeto a su significado etnocultural, e histórico, este último incluso vinculado a las Guerras de Independencia.
Loma de la Cruz / Foto: Ecured |
Los primeros que tenemos que reclamar somos los aficionados, quienes hemos extrañado muy poco a la “lomita” insertada en la hache, presente en una manga y la gorra del uniforme de Los Cachorros. Esa distinción resaltaba al elenco de la provincia, como lo hizo en su momento la combinada cañera de los noventa.
Alguien me comentó que observó por televisión a una novena habanera jugar portando gorras holguineras, ya que, con el logo actual, bien podría pensarse que la letra corresponde a la capital. Todavía una valla, en las inmediaciones del estadio Calixto García, mantiene el símbolo desaparecido, junto a la figura de un perro –nuestra mascota–, en las tiendas se vende indumentaria con la Loma de la Cruz beisbolera y el sitio web Béisbol Cubano conserva esa simbología.
Por qué se toman esas decisiones de borrar de súbito, sin ninguna consulta, algo tan único, de lo cual muchas generaciones de holguineros se enorgullecen. No creo que a nadie en Nueva York se le ocurra, de la noche a la mañana, separar a la “N” de la “Y” en lo relacionado a los Yankees; si eso llegara a suceder, seguramente llevaría estudios de gustos y preferencias, y hasta de tradición, por muy modernos que quisieran hacerse los neoyorquinos. Lo mismo ocurriría de pretenderse transformar el navío de los venezolanos Navegantes de Magallanes y la “G” y la “Y” de los Gigantes de la capital nipona (Yomiuri Giants).
Cuando se hacen estos diseños debe pensarse en su perdurabilidad y esta se vería interrumpida solo ante algo de mucha fuerza; la sinrazón del tema es evidente, más al tener en cuenta que el que visita Holguín nunca quiere irse sin llegar al antiguo Cerro Bayado, testigo del pasado, pero también de la juventud que imita cada mayo al fraile franciscano.
Basta de improvisaciones en las Series Nacionales, cuya seriedad se pone en entredicho al realizar semejantes acciones, las cuales poseen tanta valía como lograr la especialización de los lanzadores o enseñar a robar bases, cuestiones puramente técnicas, priorizadas por encima de la integralidad del espectáculo, cuyo concepto está impreciso en el pasatiempo de la Isla.
El ejemplo holguinero de la cruz y la “H” corrobora la necesidad de que el deporte de las bolas y los strikes camine hacia la integralidad, porque, de lo contrario, sería una competencia más.
Bien conformes se pondrían Francisco de Alegría y los romeros que desafían en el quinto mes del año los 458 escalones de la pequeña (por sus metros de altitud) y a la vez grande elevación de La Ciudad de los Parques, además de todos los aficionados, si se le devolviera su montaña “peregrina” al logotipo del plantel nororiental, ahora sin esencia por una decisión de alguien que está en la cima y no fue a la loma. / Por Nelson Alejandro Rodríguez Roque
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