Les presentaré al beisbolista de nuestra provincia con mayor palmarés en las Grandes Ligas estadounidenses, exaltado a los Salones de la Fama del béisbol caribeño y venezolano.
Holguinero nacido en la finca El Rosario (17 de agosto de 1937), en el actual municipio de Calixto García, el otrora lanzador derecho Diego Pablo Seguí González impresiona por las estadísticas que acopió en su carrera y la incursión en varios circuitos profesionales de América. “Muy joven, ya con el team de Buenaventura, en el que era cuarto bate, jugó contra Santa Inés y es captado por un cazatalentos, apodado ‘Quilla’, y llevado a jugar a Holguín”, refleja en un trabajo investigativo el profesor Roberto Rodríguez.
En apoyo a esa idea está lo expresado por el aficionado Candy González: “Yo tenía unos 12 años y recuerdo que iba bastante al antiguo Liceo Park, parque beisbolero de Holguín. Diego hizo amistad con un pariente mío y a través de él lo conocí. Aquí había un promotor llamado Javier Pupo, 'Quilla', que tenía contacto con Joe Cambria, un scout. 'Quilla' era muy entusiasta y conocía de pelota.
“Trajo a Diego a jugar con el equipo de la ciudad, el cual estaba patrocinado por la tienda Luz de Yara. Con ese elenco tuvo resultados formidables. A Seguí lo firmó Cambria en 1960 (octubre), junto a otros peloteros. Era un lanzador de más de 90 millas y la afición holguinera terminó admirándolo”.
Diego Seguí se enrumbó con los Rojos del Habana y jugó en la Liga Profesional Cubana, precisamente en la última edición que se efectuó, la del ‘60-‘61, logró un triunfo y cinco derrotas. “Esa victoria fue a costa del Cienfuegos, 2-1, con sólo cinco hits soportados y la carrera que permitió fue por largo cuadrangular de Leonardo Cárdenas, a más de 420 pies, en el noveno capítulo”, expone Roberto Rodríguez.
Participó en 15 campeonatos de Grandes Ligas, representando a seis planteles. Es el séptimo cubano de todos los tiempos en éxitos (92), tercero en juegos salvados (71) y primero en encuentros lanzados (639) de la Gran Carpa. Su efectividad de 3,81 fue positiva y en 1970 lideró ese departamento en la Liga Americana (2,56). Ganó 10 pleitos o más en tres torneos consecutivos (1969, 1970 y 1971) y debutó con los Atléticos de Kansas City el 12 de abril de 1962, contra los Mellizos de Minnesota.
Se desempeñó en la Serie Mundial del ‘75, vistiendo el uniforme de los Medias Rojas de Boston, quienes cedieron ante los Rojos de Cincinatti; aunque tuvo otra aparición en postemporada con los Atléticos de Oakland. Según la publicación Doubleheared, collection of facts, feats and first, pitcheó el desafío de debut ligamayorista de dos franquicias diferentes en la misma ciudad de Seattle – en 1969 y 1977 – con los Pilotos (de apagafuegos) y Marineros (de abridor), respectivamente. Completó 28 juegos y dio siete lechadas (perdió 111 encuentros), además de participar en siete certámenes en las ligas menores – mayormente en Triple A –, totalizando 55 sonrisas y 48 resbalones.
“Durante el invierno, se presentó mucho en Venezuela, donde dejó su huella como uno de los mejores monticulistas. Allí es el segundo lanzador con más victorias de por vida (95), el primero en ponches propinados (919) y líder en efectividad (2,76). Jugó 15 campañas, debutando para los Industriales de Valencia en la ‘62-‘63. Cuatro años después, regresa a jugar con los Leones de Caracas, equipo con el cual apareció en tres períodos (1966-1971, 1972-73, 1976-1980), y jugó tres temporadas con los Tigres de Aragua (1980-1983) y una con Portuguesa (1975-76). El 3 de julio de 2003 fue inmortalizado en el Salón de la Fama del béisbol venezolano (primer cubano)”, manifiesta la investigación del calixteño Rodríguez.
Las Series del Caribe lo tuvieron entre sus estrellas, pues asistió a la de 1973, en Caracas, donde blanqueó, 2-0, a los puertorriqueños Cangrejeros de Santurce, recetándoles 15 ponches. Con los melenudos de la capital venezolana repitió en Mazatlán, México, en 1978, allí se acreditó dos triunfos, uno frente a Tomateros de Culiacán (7-3) y el otro versus Indios del Mayagüez (7-2).
Despidió a estos eventos en República Dominicana, en 1980, y dominó a Vaqueros de Bayamón (5-3). Se fue sin tropiezos del clásico caribeño y propinó 34 estrucados en 25 entradas, departamento en el cual se destacó siempre, ya que en Grandes Ligas hizo abanicar o dejó con la carabina al hombro a mil 298 bateadores. Para 3,27 de promedio de carreras limpias (PCL) trabajó históricamente en la lid de clubes campeones.
Nueve años estuvo por la Liga Mexicana, en los cuales alcanzó el tercer juego perfecto de esa liza, el 21 de junio de 1978, tirando para los Cafeteros de Córdoba ante Tecolotes de Nuevo Laredo, en Veracruz. En México, también fue ganador, con balance de 95-61 y PCL de 2,91. Más de mil ponches dio en tierras mexicanas, donde defendió las franelas del Córdoba, Reynosa, Yucatán, León y Monclova.
Su trayectoria lo llevó a Nicaragua y a Puerto Rico, con Cangrejeros de Santurce. Hasta hace dos años, Seguí vivía en Kansas City, EE.UU. Su hijo David le siguió los pasos y actuó en 15 temporadas como primera base y jardinero de Grandes Ligas.
Si hay algo que se cumple en este caso es que los años no perdonan. La historia deportiva de Diego Seguí se alejaba tanto en la memoria, que urgía recordarla. / Por Nelson Alejandro Rodríguez Roque
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