Foto tomada de BBC |
Foto tomada de CIPERCHILE |
De Messi y compañía apuntar que llevan tres finales de grandes competencias sin anotar, a partir de 2007; sin embargo, llegar a la última jornada es privilegio de pocos y allí han estado. Incluso, desde Sudáfrica, cuando cedieron contra la Mannschaft, nadie los ha vencido en tiempo reglamentario, en lides relevantes. Vendrán las eliminatorias y Rusia-2018 para redimirse. De tanto perseverar también se triunfa, y el talento y las ganas abundan en las filas albicelestes, demasiado doblegadas en cuanto a máximos lauros en selecciones absolutas.
El colegiado colombiano Wilmer Roldán cuidó el cierre del evento y quiso que decidieran los protagonistas, sucediendo esto a 11 metros del arco. Esta Copa mostró a un Brasil irreconocible, a Uruguay echándole de menos a Luis Suárez, a México llevando su plantel alternativo de pocas alternativas, y a Ecuador corriendo lo mucho y logrando lo poco. A Colombia la mareó el Vinotinto, aunque luego pasó la resaca a base de caipiriña; anduvo sin plomo en los botines y terminó de vuelta. Perú y Paraguay regresaron al cuadro de honor, los peruanos otra vez bronceados y los paraguayos “guaraníes” al fin y al cabo. Jamaica parecía hazmerreír y se rió de las goleadas (todos sus partidos los selló, 0-1). Venezuela sigue creciendo, le asentaría irse de Mundial dentro de tres años. Bolivia salió viva de la ronda inicial y le prepararon la crónica de una muerte anunciada, versus el cuadro “inca”.
Se apreció cansancio en los jugadores en sentido general, pues tanto ajetreo en los clubes (Champions, UEFA, Libertadores, Mundial de Clubes…) contrae el accionar en formaciones patrias. Los directores técnicos semifinalistas fueron argentinos – más los de Bolivia y Colombia – y ahí sí ganaron los gauchos: habla a las claras de que las generaciones posteriores a Menotti y Bilardo aprueban con notas altas. ¿Y Cuba? Bueno, no nos perdemos una Copa (como espectadores). / Por Nelson Alejandro Rodríguez Roque
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