Al caer en parangones, muchas veces acostumbramos a desgastarnos en “balaceras” perjudiciales. Es una manía de establecer visiones evidentes e inventar diferencias, mediante pugnas de criterios ilógicos, enfrascadas en verborreas que le restan tiempo al autoexamen.
Nos encanta contrastar: la gastronomía en la capital es superior a la nuestra – acá en provincia –, en realidad sus problemas son semejantes; el metro neoyorquino es más eficiente que el habanero (sabiendo de la inexistencia del segundo) o las aguas de Guardalavaca son menos transparentes, si de Varadero – al Norte de Matanzas –, se trata.
Las vueltas del asunto se dan también sobre las preferencias deportivas en la Isla, literalmente insaciables (consumimos desde variantes extremas y de velocidad a motor, hasta Juegos Olímpicos) pero, por mayoría, beisboleras. Algunos profesionales de la prensa y aficionados han ubicado encima del cuadrilátero al fútbol foráneo y a las Series Nacionales, cuando ambos, en ningún momento, debieron confrontarse, ni siquiera ponerse los guantes.
Por qué pensar en el retroceso atractivo de un Santiago de Cuba-Industriales, ante un clásico Real Madrid-FC Barcelona, contemplado por televidentes de 140 países, en la final de la Copa del Rey de 2011; con más de 700 periodistas acreditados por encuentro en algunas oportunidades y “alimentándose” de una parafernalia comercial que oferta camisetas y banderas alegóricas, revistas, afiches, balones, videojuegos, escudos y montajes fotográficos del excepcional Cristiano Ronaldo o la modestia en persona, Lionel Messi, en El Cairo, Bangkok y El Vedado.
Blaugrana al fin, me contrarió el empate transitorio que dejaba sin opciones al club insigne de La Ciudad Condal frente al AC Milan. Aunque después el “Camp Nou” en pleno aplaudió el avance a semifinales en la Liga de Campeones, mi preocupación temporal fue menor (siempre confío en el once de Guardiola) porque disfruté simultáneamente la lechada holguinera sobre Los Cocodrilos de Víctor Mesa y la victoria 40 de Los Cachorros en la actual temporada, inimaginable en el arranque de la misma y a pesar de encontrarse la novena conducida por Felicio García cerca del fondo de la tabla oriental, separadísima de la zona de clasificación.
Esa tarde me quedó claro, nada de mi pasión (hay un eslogan con ese término incluido) ha variado desde que me sostenía a panes con revoltillo y limonadas, para quedarme a ver el segundo pleito de un doble sabatino, en el “Calixto García”, y era de las pocas almas presentes en un “Feliú Leyva” que acogía el cotejo Holguín-Antilla, de la Serie Provincial, allá por aquellos “maravillosos” noventa. La de los oyentes de Radio Juvenil, al tanto de las hazañas de Los Vaqueros del Oeste en el desaparecido (craso error) Torneo de Clubes Campeones, en 1996, y de los que nunca perdimos la fe cuando los japoneses nos ganaron en el “Petco Park”, de San Diego, una década más tarde.
A la vez, reafirmé una idea, los cubanos, con las transmisiones televisivas en vivo de partidos como los dos de cuartos de final (un día después apreciamos el Real Madrid-APOEL), contribuimos a la universalidad de una disciplina cuyo desafío por el título en la Copa Mundial Sudáfrica-2010 fue seguido, al menos un minuto, por 909,6 millones de personas, solo a través de sus televisores, sin incluir otro tipo de dispositivos: radio o Internet y sus “N” herramientas.
La familia de la pelota no puede sentirse desplazada por un fenómeno influyente en cualquier punto geográfico. En naciones balompédicas, como casi todas las sudamericanas, han aparecido voces avisando sobre el declive de sus eventos y los representativos locales, al medirlos con lo generado por el protagonismo europeo.
Le toca revisar qué hará para variar. Adecuarse a la época y modificar la estructura caduca de su campeonato principal, el cual debe cursar por otro periodo, si queremos que funcione como cantera del equipo patrio y entretenimiento.
Desde cuándo estamos hablando de regar con beisbolitos todo el país, participar en las Series del Caribe, ampliar el calendario en categorías inferiores, consolidar las Ligas de Desarrollo, darles mayor peso a las competiciones de base, crear un Centro Élite de Entrenamiento, concebir los juegos-espectáculos (vale lo de añadir a los uniformes los “apodos” de cada conjunto), inaugurar un auténtico Salón de la Fama y otras propuestas, como repensar el método de elección del manager del “Cuba”.
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