Fuimos Elpidio o Matojo. Burlábamos a “los panchos”. No “le hacíamos caso a esa vieja”. Para embutirnos había que pedirle permiso a Banner, Flappy, David el Gnomo, Los Papaloteros, Mofli, el Conde Pátula… y cuanto “muñe” japonés o de Europa Oriental se “atravesaba”.
El Desafío de los Gobots. Muy pocos nos unimos a Pocholo y su Pandilla; muchos a los Hermanos Iznaga. Gritamos: “¡Lorencitooo!”, hasta el cansancio o hasta el estás castiga’o. Algunos se hicieron los Super Marios. Hubo quien le puso Tornado a su bicicleta y era tan ninja como las Tortugas. Despistábamos a Gárgamel. Para variar despertábamos Día y Noche. ¿Cómo Robin Hood pasó de castaño a rubio?
Fue la época de la Bella, la Bestia, los Aladinos, las Sirenitas. De los Ataris que mutaron en Gameboys, Nintendos, Play Station y otros. De la incertidumbre cuando se hundía Artax, el caballo de Atreyu. Decíamos: “¡Cógelo Rintin!”. Uníamos poderes para salvar el planeta. Le pedíamos prestado el anillo a “La Mole”. “Empatábamos” al Zorro con Victoria. Repasábamos bajo protesta.
Un buen día 31 apareció Ulises, venía de un mundo errante. ¿Y Penélope le creyó el cuento? Las brujas “sin sentimientos” volaban en escobas. Había una vez. Teníamos Deuda Eterna. “Decodificábamos” Shiralad, aunque jamás entendimos el final. Jana, Tarzán, King Kong, cuánta gente vivía en la selva.
Laptops, celulares, inalámbricos, los muchísimos extraíbles y otros artefactos estaban a años luz, cómo de aquí a la Vía Láctea. Wikileaks debió sonar a mala palabra e intriga marciana, daba material para un Pasaje a lo Desconocido. A todo le pronosticábamos segundas partes, así de Voltus V saltamos a Yaltus. Se usaban las espadas láser (o en su defecto de palo), los kimonos de sacos de harina y las guayaberas. Danzábamos lambada (juro que lo intenté), ritmo “equivalente” al tectonic o el reguetón.
Y no convencía aquello de que los ogros eran de mentira. Que conste, Shrek fue después. Pasó el tiempo y dejé de llamarles mosqueperros a los espadachines de Alejandro Dumas. Aclaré lo de D’Artacan (costó). Me quitaron la idea de hacerme una máscara de hierro e irme a las Cruzadas. Desistí de las espinacas, los viajes al cosmos y descubrí que los cañones de cuero fueron reales.
Pobre de vampiros y hombres lobos que atacaran, contra ellos teníamos balas de plata, estacas, ajos, agua bendita, crucifijos…En la playa estaban Flipper, Orca, La Ballena Asesina, y Tiburón; ni en Willy confiábamos. Luego cocodrilos, arañas, mosquitos, pirañas, gorilas, leones…y un parque temático con el Tiranosaurio y sus amigotes, los Velociraptores. El Soldadito de Plomo y nosotros también. Atrapábamos “Fragols”. Éramos niños Goros.
Yosvani, Villaya, Bienve’, Juanelo, Willy, “resucité” a Los Pequeños Campeones. Listos para jugar, listos para ganarle a cualquiera…quién no recuerda esas aventuras sobre nuestro pasatiempo patrio. Conocí a Jorge Rafael Batista Hagge y sus tres años y medio de edad me “teletransportaron” a los ‘80, quizás un poco más. Lo supe por las coincidencias entre su afición y la mía “recién nacido”.
Padres, abuelos y vecinos en el reparto La Aduana disfrutan de deslizamientos, swines y wind-ups. Rafelito le da más importancia al guante y el bate que a las canciones infantiles. Ernestico y “Pimpo” son sus compañeros de alineación. Imita a Yulieski Gourriel y es derecho como Bell, su pelotero favorito. Ese ambiente beisbolero, esa pequeña Serie Nacional, “retoña” con cada generación de cubanos.
El Rafelito de principios de la Revolución mostraba el 17 en la espalda – como Manuel Alarcón –, el de los ’70 quería ser “Cheíto” Rodríguez o Muñoz y este servidor (y ustedes) fuimos, aparte de Elpidio y Matojo, Pacheco, Kindelán o Linares.
Hay razones para confirmar que seguiremos pareciéndonos a las épocas; sin desestimar la genética: consistente en preguntarle a mi papá muchas veces por los fildeos de Laffita, el hit de línea del “Curro” Pérez y el accidente de “Changa” Mederos. Los intereses varían según cartas de Yu-Gi-Oh, Lady Gaga, Harry Potter, Quinces, pruebas de ingreso, graduaciones “e incluso etcétera”.
A nadie se le ocurriría ser Peter Pan sin Wendy y viceversa. Comedidos, sensatos, responsables. Cuando chiquito, me imaginaba Cuando Yo Sea Grande. Todos tenemos un poco de muchachos.
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