Les ha dado a algunos futbolistas por decir: “Este será mi mundial”, en clara alusión a Sudáfrica-2010. Una especie de grito de guerra para animarse e ilusionar a la hinchada, un augurio antes de caer en emociones, lágrimas o alzar el trofeo.
Lo curioso es que todos deseamos lo mismo, algo como “yo también quiero patear un gol”. Este síndrome dura un mes y saca 64 ronchas. Aparece cada cuatro años, sus síntomas son hermanamiento televisivo, abstracción total (incluye descartar expediciones al mercado) y pupila dilatada de pentágonos.
En su estado avanzado puedes creerte Messi o Cristiano Ronaldo, minimizar la trigonometría -nos sucedió a muchos en la Vocacional- e incluso exceptuarte de la saturación industrialista (casos aislados). Para prevenir, especialistas recomiendan apartarse de la canchita del barrio, evitar partidos en vivo y nunca ajustar tu reloj por el huso horario de Johannesburgo (fase crítica).
Mis mundiales empiezan en el ‘86, cuando donde dije Dios digo Diego y la mano, además de una genialidad maradoniana (evadió a medio mundo), rompió las pretensiones inglesas. Argentina vengó en el terreno el robo de Las Malvinas. Venció a los alemanes en la final y México se convirtió en el único país que había organizado dos Copas hasta entonces.
Éramos tan niños. Codesal pitó un penal inoportuno y decidió Italia ‘90. Goycochea vio pasar el disparo de Brehme. Alemania le daba la vuelta triunfal al Estadio Olímpico de Roma, mientras El Pibe lloraba. Hubo rugidos universales, los Leones Indomables de Camerún mordieron los cuartos de final, África encendía la mecha.
Romario, Bebeto, Taffarel, Dunga y Branco, los más buscados de EE.UU ‘94. El Scracht alcanzó el tetracampeonato, luego de una espera de 24 años, que para la Selecao son mucho con demasiado. Baggio remató lejos del arco y el 17 de julio la Azzurri zozobró en el Rose Bowl. Un México combativo vendió cara su eliminación ante Bulgaria, unos vikingos “no tuvieron que hacerse los suecos” y Oleg Salenko enredó cinco esféricas. Maradona dio positivo a Efedrina, el reglamento lo separó y se frustró la coronación celeste y blanca.
Treinta y dos equipos conformaron el actual formato en Francia ‘98. Los galos destrozaron a Paraguay, en trabado choque que concluyó con una diana de oro -la primera en la historia-, de Laurent Blanc, en el minuto 113. El controvertido Chilavert cobraba tiros libres y regresaba bajo los tres palos, Jamaica aportó su reggae y la Croacia de Davor Suker despachó a los germanos. Ronaldo, “El Fenómeno”, padeció de repentinas convulsiones previas al encuentro decisivo. La generación francesa más exitosa, con Zidanne, Bhartez, Thuram, Lizarazu o Desailly (Henry y Trezeguet eran “embriones”), ganó categóricamente.
Asia se pintaba sola, un mercado en crecimiento (yo ya había crecido todo lo que iba a crecer), millones de fans fotografiándose con Beckham, adoptando sus inestables peinados, y adolescentes que asumían los gestos pop de Victoria Adams, la ex Spice Girl. En Japón-Corea del Sur 2002, nos enteramos del bautizo de una pelota, porque la Fevernova se movía rápida “y furiosa”. El arbitraje errado -escandaloso sería mejor- consagró a los coreanos, quienes discutieron el tercer escalón frente a la “milagrosa” Turquía. Brasil recurrió al alfabeto y las cuatro R, Ronaldo, Rivaldo, Ronaldinho y Roberto Carlos, proporcionaron el quinto título.
Lippi rescató a La Azzurra, que le debía a los tiffosis una victoria. Zidanne perdió los estribos y cabeceó a Materrazzi. El astrólogo Domenech se guió por las estrellas, bueno, fueron sus astros los que le salvaron de estrellarse. En Alemania-2006, debutaron Elefantes marfileños e Italia despidió al anfitrión. España se empapó sobre lo mojado. Los verdeamarelos ahogados en su endiosamiento. La Legión Romana peleó disciplinadamente: “El Loco” Buffon blindó la portería, Cannavaro marcó como una sombra, Gattuso “dio leña” y Del Piero, Totti y Luca Toni pusieron dinamita delante.
Terminó el recorrido y Sudáfrica está ansiosa, sabe que vienen 31 a visitarle. Los Bafana Bafana -apelativo del plantel de casa- por salir vivos de la primera ronda. Jabulani, el balón oficial, ha sido presentado en alemán, inglés, francés, español, zulú…A Messi le duele la uña y Google echa barriga informativa.
Leo el cronograma para sumarle seis horas a mi tiempo real (la diferencia entre Pretoria y Holguín), verifico el posible pareo de los cruces, hago catarsis en la cuadra y olvido el nombre del primera base de Industriales. Defiendo que el televisor es “como de la familia”. Percibo que me cogió lo que anda: Este será mi Mundial.